China. Beijing. 2007. © Patrick Zachmann/Magnum Photos"Nuestra larga pesadilla nacional se acabó," escribió Richard Lacayo ayer. Pero el crítico de la revista Time se refería al arte, no a la política. Remarcando los resultados miserables de una subasta reciente de Christies, Lacayo suena casi impulsivo. "Entraremos en una época en la que no tendremos que gastar tanta energía mental poniendo a un lado el valor de mercado de una obra antes de tratar de pensar sobre ella de cualquier otra forma."
El crítico Jerry Saltz también preve un gran cambio. En un artículo reciente en ArtNet él predice el cierre de 40 a 50 galerías y al menos una de las grandes ferias. Pero me interesó particularmente leer su opinión sobre cómo afectará esto a los artistas. "Muchos artistas jóvenes que la venían rompiendo serán olvidados rápidamente. Otros serán vistos como reliquias de una era en la que capacidad de mercado equivalía a atractivo." Como Lacayo, él ve un lado bueno. "Las buenas noticias son que, como casi nadie va a estar vendiendo arte, los artistas -especialmente los emergentes- no van a tener que pensar en desarrollar un estilo consistente o crear una marca."
Hace unos pocos años, un coleccionista importante me ofreció su consejo. "Si querés tener éxito en el mundo del arte", me dijo, "la clave es encontrar tu gracia y no cambiar más." Su consejo casi me hace vomitar sobre su Hirst, pero probablemente tenía razón. El comercio del arte no es distinto del comercio de carteras. Se trata de exhibir la marca.
Uno se pregunta cómo la caída de los mercados puede afectar el gran universo (o es más bien un ghetto?) del mundo de la fotografía. ¿Serán los efectismos y las marcas menos prominentes? ¿La documentación precederá a la decoración? ¿Empezará la gente a preocuparse menos por la cartera que por lo que ésta lleva adentro?
Alec Soth, para Magnum (traducción mía, a los hachazos)
